Estoy bastante segura de que has oído otra versión de la frase: trata a los demás, como te gustaría que te tratasen a ti.
Pero a mí me gusta más la del título: trátate a ti como te gusta tratar a los demás. La otra me parece que la tenemos más asumida, que nos molestamos por gustarles a los demás, por agradarles, por caerles bien… y solemos tratar bien a los demás, solemos comportarnos bien. O eso hace casi todo el mundo con quien trato.
Y luego necesitamos aprender asertividad, y cómo defender lo que pensamos o sentimos sin molestar a otros.
Parece que nos hemos acostumbrado tanto a pensar en los demás, en sus necesidades y gustos, que nos cuesta decir no cuando alguien nos pide un favor. A veces incluso hemos dicho que sí antes de reflexionar sobre lo que querríamos nosotros. O les queremos decir que no, pero en lugar de decirlo, nos excusamos, pedimos perdón… y no queda claro qué estamos diciendo, con la consiguiente confusión y molestia para todos.
Uno de los casos más obvios en que me pasa a mí, es cuando me encuentro captadores de ONG por la calle. Son vendedores que están en la acera, que se ponen enfrente de ti cuando ven que te acercas y te hacen una pregunta a la que sólo se puede responder que sí, si te consideras buena persona. Algo como: ¿te gustaria acabar con el hambre en el mundo?
Yo me siento muy incómoda, no les puedo decir que no sin sentirme culpable, ni me quiero parar porque voy con prisas, pero… me siento mal. No quiero ser desagradable tampoco, ni que piensen mal de mí, ni ser maleducada con una persona que está haciendo su trabajo. Me gustaría seguir caminando, pero están en mi camino, me gustaría interrumplir la conversación, pero sería grosera… Y acabo diciendo bajito que no, mientras me encojo y les doy las gracias y pronuncio un montón de lo sientos. Avergonzada, incómoda.
En este momento, suelen insistir: seguro que tienes un minuto, es una causa muy bonita, pareces buena persona, seguro que quieres participar. Y ahí estoy yo, zafándome de ellos como puedo, sin querer disgustarles. Y añado un lo siento más.
Y me parece curioso que esta sea la forma en que tratamos a un completo desconocido que nos hace parar por la calle cuando vamos con prisas al trabajo. Y que nos sintamos después incómodos, avergonzados e incluso culpables de no haber colaborado. Curioso porque contrasta mucho con esta otra escena, también conocida en mi vida.
He tenido un día largo, con mucho trabajo, Me ha costado concentrarme, porque llevo varios días seguidos con jornadas largas. Noto que no estoy siendo productiva, que se me va la mente a otras cosas y al final del día, estoy agotada, como si hubiese me hubiese pasado un camión por encima, porque claro, podría pasar, porque mi agilidad física también está regular, que hace semanas que no voy al gimnasio. Encima, para no acabar lo que tenía previsto de trabajo para hoy.
Y ¿qué me digo? Mabel, eres lo peor, como puedes ser tan desastre, no has hecho nada útil hoy, ¿cómo puedes ser tan torpe?
Al desconocido que se pone en mi camino, le sonrío, me justifico, le pido disculpas, le sonrío de nuevo… Y a mí, me insulto, me desprecio, me riño… No me extraña que me encuentre tan cansada, si el camión que me pasa por encima ¡soy yo!
Y sé que esto no me sucede sólo a mí, que es bastante común, ¿a ti te pasa?
Y, en un tercer punto, está cómo tratamos a gente a quien queremos. Imagínate en la situación: ¿qué le dirías a un amigo que está teniendo un mal día de trabajo? No le habríamos dicho, ni de broma, nada parecido a la bronca que nos echamos a nosotros mismos. Le habríamos acompañado, entendido, consolado… Habríamos sido comprensivos y amables. Le habríamos recordado todo lo que se le da bien, le habríamos dicho que hay malos días, y que se pasan… ¿verdad?
Pero a una misma, nos echámos las culpas.
Creo queda claro que no quiero que al captador de la calle le insultemos y le exijamos que se aparte de nuestro camino, mientrsa le gritamos que si llegamos tarde es su culpa, que nos está molestando intentando hablar con nostros, cuando esa semana no nos ha dado ni tiempo para llamar a nuestra madre. No nos gustaría hacer eso, ni quiero que lo hagamos.
Porque nos gusta tratar bien a la gente. Sigámoslo haciendo.
Eso sí, a nosotras mismas, también. Si no nos queremos tratar tan bien como nos gusta tratar a los demás, por lo menos, tan bien como nos gusta que nos traten nuestros amigos.
¿Cómo te gusta a ti tratar a tus amistades?
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