En este artículo te voy a contar por qué establecer objetivos, qué errores típicos cometemos y cómo definirlos de forma fácil y eficaz. Te puede ser útil tanto si no te decides a establecer tus objetivos, como si tienes claro que quieres hacerlos, pero no sabes cómo.

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¿Para qué es útil definir objetivos?

La ventaja principal es que una vez definidos los objetivos, es más fácil alcanzarlos. Y es que, marcarse objetivos da sensación de propósito. Y eso nos da más motivación y felicidad que su ausencia.

Sólo el hecho de parase a definirlos, ayuda a la mente a estar más enfocada, atenta a las posibles pistas para conseguirlos. Yo a esto lo llamo el efecto Clio verde fostorito. Si en un momento dado te estás planteando comprar un coche, y el modelo al que le estás dando vueltas es a un clio verde fosforito, todos los días ves un puñado de clios verde fosforito por la calle, todo el mundo ha decidido comprar últimamente un clio verde fosforito, ¿te ha pasado alguna vez? Pues aprovecha el efecto clio verde fosforito para “programar” tu atención y que el funcionamiento automático de tu mente te ayude a encontrar oportunidades por el rabillo del ojo.

La siguiente gran razón es que si no los defines, vas a dedicar tu tiempo a trabajar para los objetivos de otra persona, lo que no decidas de tu vida, lo decidirán por ti.

Por último, tener objetivos marcados y poder observar el progreso, tanto de pequeños como de grandes pasos, nos hace sentir orgullo. Y esa es la emoción que nos ayudará a seguir poniéndonos metas, alcanzando pequeñas victorias y motivándonos para proponernos éxitos cada vez mayores.

¿Cómo deben ser los objetivos?

Ahora que ya está claro que sólo con definirlos, ya avanzamos parte del camino, ¿cómo los establecemos? El primer paso es soñar. Las metas se deciden desde la parte emocional del cerebro, la que más nos va a motivar. Por lo tanto tiene que ser metas atractivas y ambiciosas

La forma más fácil de garantizar que sean un sueño es diseñarlos a largo plazo. Yo suelo poner 10 años como ejemplo, pero es por poner una cifra lo suficientemente amplia como para que sepamos que la vida va a haber cambiado en medio y no nos aferremos irrealistamente a usar la mente racional. Por otro lado, que sea un margen temporal que no nos dé demasiada ansiedad, como pasa a veces cuando en lo que una se enfoca es en lo que quiere haber conseguido al morir.

Aún así, tienen que ser metas realistas, teniendo en cuenta que en medio pasan 10 años y que nuestra mente infraestima lo que puede conseguir en el largo plazo.

La clave está en el equilibrio entre ambición y realismo. No vale que nuestro objetivo nos parezca fácil, porque si lo conseguimos, diremos que era porque era fácil y si no lo alcanzamos, nos sentiremos inútiles. Y esto es bastante probable ya que retrasaremos el trabajar en algo fácil, porque no va a pasar nada porque lo hagamos mañana.

Este equilibrio significa que cuando pensamos en este objetivo nos hace ilusión y sentimos que es posible, pero al mismo tiempo nos entran unos pequeños nervios en el estómago, porque es difícil, pero nos mueve a actuar, porque se puede conseguir, pero vamos a tener que esforzarnos, porque va a costar, pero siento lo puedo hacer, pero no va a ser fácil… Se resume en retador al mismo tiempo que alcanzable.

Una forma de darle realismo es visualizarlo con mucho detalle, ir poniendo los matices que hacen que es sea nuestro sueño, y no un sueño cualquiera, sino nuestra meta y nuestra ilusión.

Otra manera de alcanzar este realismo es trocear mi meta a 10 años en objetivos intermedios, estos sí, abordables, prácticos y realistas. Que me permitan hacer acciones directas y ver los resultados que voy consiguiendo.

¿Por qué a veces no nos ponemos objetivos?

A menudo, por miedo a fallar. Erróneamente, creemos que si no pensamos en ellos, si no los decidimos, no podemos fracasar. Sin embargo, no ponerlos y no tener sensación de logro, sí que significa que me siento poco capaz y valiosa. Y encima pone en marcha un círculo vicioso de establecer cada vez menos metas, porque no me sirven, y cada vez me consideraré más incapaz de conseguirlas.

Otras veces pensamos que sólo nos podemos marcar un objetivo, sólo nos debemos concentrar en un área de nuestra vida, y renunciar al resto. Por supuesto, esto no es así. Hay que marcarse objetivos en todas las facetas de mi vida y, si parecen incompatibles, solucionarlo definiéndolos con más detalle, hasta que los pueda conectar entre sí, en lugar de oponerlos.

Otras… simpemente no sabemos lo que queremos y preferimos no decidir nada. Eso nos garantiza no equivocarnos, pero también que nos hemos enredado en metas de otros, porque pararse por completo es imposible en este mundo en que vivimos.

¿Qué podemos hacer cuando no lo tenemos claro? Marcar algunos objetivos. Quizás alguno menos de los que me gustaría o puede que en lugar de darles tanto detalle simplemente les ponga muchas preguntas. No pasa nada. Esa aproximación de hacia dónde queremos ir, nos permitirá ponernos en marcha y ver cómo vamos avanzando, mientras descubrimos más aspectos al caminar. Y cuando revise mis objetivos un tiempo después, ya decidiré modificarlos o añadirles más matices. Y encima, cada vez me será más fácil pensar en términos de objetivos, de logros y de progreso, puesto que es un entrenamiento.

Y también se pueden cambiar. No pasa nada por tacharlos cuando ya no me gusten, cuando ya no los desee porque yo he cambiado. Es mucho mejor eso que no haber tenido ninguno y haber estado caminando en círculos.

¿Y si no dependen sólo de mí?

A menudo necesito que otras personas también hagan algo para que yo avance más deprisa hacia mis objetivos. Esto es bastante habitual, tanto para objetivos personales y de relaciones, como para objetivos de trabajo.

En esos casos, lo que hay que hacer es acordar el objetivo entre todas las personas involucradas. Y he puesto acordar, ya que sólo informar no vale. Todas tienen que participar a la hora de definirlo. El deseo, el realismo y la ambición tienen que ser acordes entre todas.

Esto llevará el tiempo que se necesite. Aunque nuestro impulso sea empezar a trabajar mientras el resto se acaba de convencer, es más eficaz dedicar más tiempo a la decisión inicial. Cuando todos lo tengan claro, ya trabajarán de forma más coherente y coordinada y se conseguirá antes.  Y me evito el riesgo de que cada persona tire en una dirección con los posibles malentendidos iniciales.

Que no debo olvidar nunca

Un aspecto fundamental de marcarse objetivos y trabajar en ellos es celebrar los éxitos. Desde los pequeños hasta los grandes, cada uno con una felicitación o celebración acorde.

Si no lo hago, corro el riesgo de que mi motivación disminuya: para qué trabajar, si cuando se acaba un proyecto lo que se hace es pasar corriendo al siguiente. No, se para y se celebra.

Incluso hay un caso más grave que no celebrarlo: conseguimos el objetivo deseado y ¿qué hacemos? ¡Nos reñimos por no haberlo conseguido antes, porque ya nos vale! No, no, no, esto no se hace. Cuando se consigue algo, se celebra.

¿Qué has conseguido hoy? ¡Enhorabuena de mi parte! Espero que lo celebres.

Yo voy a celebrar que he escrito este artículo.

 

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