Una de las cosas que más nos preocupan sobre nuestro liderazgo, es que sea efectivo, y esto depende de varias cosas. Para mí una de las más importantes, es la coherencia que tenemos entre lo que decimos y lo que hacemos.

Para ser coherentes, necesitamos tener claro qué es lo más importante para nosotros, lo que nunca va a faltar, a lo que siempre le dedicaremos tiempo. Si no los somos, o bien no nos harán caso, o bien nuestras acciones serán erráticas.

Esos ideales, esas concepciones que harán del mundo un lugar mejor, eso por lo que cada día hacemos cosas, esos son nuestros valores. Por ejemplo en el trabajo, no es lo mismo pensar que la mayor importancia la ponemos en la calidad, que en el trabajo en equipo, que en la innovación.

Y hacerlo, que no hacerlo.

Pues la trampa de los valores es que cualquiera que elijamos nos parece bonito. Todos suenan bien. Pero no es la palabra lo importante, lo que de verdad hace un liderazgo efectivo es el comportamiento. Es que esa palabra que quizás repetimos a menudo, se haga realidad. Es que definamos cuáles son los comportamientos que son aceptables y reconocidos y los que no. Es que, si tuviésemos que elegir una sola cosa que en este sitio hiciésemos bien, todas las personas digamos la misma.

Asi que no te quedes sólo en decir que la comunicación, o la calidad, o el trabajo en equipo es lo más importante para ti o para tu empresa. Indaga en cuáles son esos comportamientos con los que tú te quedas a gusto.

Y te aconsejo que vayas incluso un paso más allá, ¿eso que primero se te viene a la mente, sigue siendo hoy en día lo más importante para ti? Porque a menudo nos hemos quedado con una idea antigua, con una que es bastante típica en nuestra sociedad o en nuestra familia y la repetimos, y la definimos… y aun así, no es nuestro objetivo más importante.

Porque los valores son palabras ambiguas, que para cada persona significan una cosa. Así que te animo a que te replantees los tuyos, a que les pongas sinónimos, adjetivos, definiciones. Hasta que sean los tuyos.

Te hago unas preguntas que te pueden ayudar.

¿En quién delegarías ciegamente? ¿Qué tendría que hacer esa persona para que pudieses confiar que hace lo que tú consideras más importante?

O, si prefieres verlo en ti, ¿qué es lo que nunca te perdonarías?

 

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